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Obras de riego

Por años, en Ñuble, se planificó la agricultura sobre la base de la premisa de que el agua es abundante. Y esa idea no era tan errada, pues la demanda tampoco era grande. Con el paso de los años, sin embargo, se ha observado un incremento de la demanda, pero principalmente, una reducción de la oferta, es decir, la disminución de las precipitaciones y el aumento de las temperaturas, ha reducido la disponibilidad de agua y ha generado conflictos que hace unas décadas eran inimaginables.

La escasez hídrica, independiente de sus causas, exige la adopción de medidas que permitan mitigar sus efectos, máxime si la agroalimentación está llamada a ser uno de los pilares del despegue económico de la nueva región.

Y como el análisis es claro, lo inteligente es centrarse en la solución, que no es otra que terminar con la improvisación y actuar en función de una estrategia de largo plazo. De aquí al 2070, se proyecta una disminución de un 15% en las precipitaciones en la zona norte del país y de un 60% en la zona sur. Además, las temperaturas han ido aumentando y se proyecta que suban entre 2 y 5 grados hacia fines de este siglo, lo que provocará que el almacenaje de nieve, que es el verdadero embalse natural del país, vaya disminuyendo paulatinamente.

La construcción de embalses surge como la respuesta más obvia, aunque lamentablemente en Ñuble no se ha abordado en las últimas décadas. En el caso del embalse Punilla, la incertidumbre campea y la última reunión de los regantes con el nuevo subsecretario de Obras Públicas, Cristóbal Leturia, solo trajo decepción y más incertidumbre.

Como La Punilla, hay otros cinco proyectos de embalses que presentan diferentes estados de avance y permitirían dar seguridad de riego a unas 200 mil hectáreas, sin embargo, el cambio en las prioridades de la inversión públicas, motivado por la nueva agenda social, dibuja un escenario poco favorable para avanzar en ellos.

La prolongada crisis hídrica que ya suma una década debería ser un argumento suficiente para que el Gobierno acelere la concreción de los proyectos de acumulación de agua en la zona y principalmente, para entender que mejorar el riego debe ser un objetivo prioritario del Estado, no solo desde una perspectiva agrícola-económica, sino que también social, pues no cabe duda que el sector alimentario es uno de los mayores motores de la economía local.

Y para lograrlo es que precisamente se debe implementar una estrategia que facilite la construcción de obras de riego e incentive el uso sustentable del agua, basada en el manejo eficiente de las cuencas y que debe orientar a quienes planifican, ejecutan y fiscalizan las obras, como también a aquellos que las utilizan.

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